En el Evangelio de hoy aparecen los discípulos elegidos para una misión concreta, con la exigencia del total desprendimiento y abandono completo en la providencia divina. ¿Qué puede impedir vivir esta realidad? El estar demasiado llenos de nosotros mismos y vacíos de Dios. El discípulo sin desprendimiento no puede predicar ya que está demasiado lleno de sí mismo. Esto es lo que nos puede pasar a muchos de nosotros que sentimos el peso de nuestros problemas y no de seguir a Cristo. Al cristianismo lo confundimos con algo externo, con una serie de obligaciones que se deben cumplir y que exigen poco: ir a misa, quizá sin la debida preparación espiritual, sin saber de que se trata; dar limosna y confesarse alguna que otra vez sin tener conciencia clara de la realidad del pecado.

La nueva criatura
Sin embargo, el seguir a Jesucristo es otra cosa muy distinta. ¿Qué significa seguir a Jesucristo? Haber renacido por el agua y el Espíritu, haberse convertido en una nueva criatura que vive en Cristo y que se empeña en dar a conocer a los demás la persona y la Verdad de Cristo. 

En la segunda lectura de San Pablo a los Gálatas, el apóstol dice: "yo sólo me gloriaré en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí como yo lo estoy para el mundo". El cristiano no es una serie de normativas sino un renacer desde la cruz, porque gracias a la entrega de Cristo por nosotros con una muerte ignominiosa somos una nueva creación. ¿Cómo puede gloriarse el apóstol en la cruz? Si para nosotros la cruz está unida a algún acontecimiento doloroso: enfermedades, catástrofes, etcétera; y reducimos su sentido a algo doloroso y costoso de llevar, pasando por alto el valor positivo: el signo más de la cruz. El verdadero significado de la cruz es el del triunfo. Porque Cristo murió en ella, resucitó y fue glorificado por el Padre. Gloriarse en la cruz es saber renunciar al hombre viejo que pasa de la muerte a la vida.

Reflexionemos: ¿somos conscientes los cristianos de que el Señor cuenta con nosotros, con nuestra vida, con nuestras palabras para anunciar su nombre y proclamar la venida del "Reino de Dios", como contó entonces con aquellos setenta y dos?